Esas pequeñas cosas

Las pequeñas cosas llenan nuestras vidas. Hoy le he cambiado las sabanas a la cama por unas nuevas que compré junto a mi chica en el Ikea, después de un intenso debate, el sábado pasado. Así que entro al dormitorio, las veo y me gustan, y por un instante soy feliz. Igual que cuando era chico, y me compraban un nuevo rotulador de punta fina, estaba deseando llegar al colegio para estrenarlo. Y esas primeras paginas del aburrido dictado de lengua, con aquel rotulador nuevo, hacían de mi la persona mas feliz del mundo. Somos motas de polvo en el universo. Incluso el mas importante de los seres humanos es incapaz de enfrentarse al existencialismo, y aun así, no caemos deprimidos ante nuestra insignificancia. Eso es por todas esas pequeñas cosas que llenan los inmensos momentos que transcurren entre las pocas cosas importantes que realizamos en nuestras vidas.

El existencialismo es una enfermedad que ataca el alma humana cuando llega a la edad en la que se toma conciencia de la insoportable levedad del ser. Levedad que choca de frente con el instinto de perpetuidad que nos infiere nuestra conciencia. Seguramente si no nos han venido a visitar aun los extraterrestres, ha sido porque se suicidaron en masa al llegar a cierto estadio de inteligencia, que les hizo insoportable su misera existencia. Porque llegaron al punto en que esas pequeñas cosas, les parecían eso, pequeñas, irrelevantes, futiles. Nosotros, en cambio, todavia contamos con la ayuda de las pequeñas cosas. Con la ilusión que infiere a las tareas, no pensar demasiado en el sentido que tienen, y poder dejarse llevar por los instintos primarios que nos hacen felices de momento en momento.

Mañana quizas planche la ropa, y me maraville por lo lisos que haya dejado mis pantalones. O coloque algún aplique que convierte mi salon, en la sala de un palacio victoriano. O quizas, y simplemente, escriba algo que me apetezca contar, y que me llene de ilusión hacerlo.

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