en el que la nostalgia del teclado de más de 20 años

Llevo años desde que los descubrí, con querencia al teclado de tecla de recorrido corto, pero hace un tiempo y llevado por la moda, he estado mirando teclados mecánicos, sobre todo para mi faceta gamer. Para esas partidillas que juegas contra ese amigo al que tanto quieres… ver muerto :), para las cuales cualquier desembolso está justificado, y si te sirve para dedicarle un buen jugado al susodicho después de hacerle morder el polvo, totalmente amortizado.

Estuve en busca y captura un par de veces, pero en ambas ocasiones el sobreprecio que tienen los productos para “gaming” me echó para atrás. Sobre todo cuando pensaba en aquellos geniales e indestructibles teclados mecánicos que tenía yo en aquel cyber sin café, aquel que fuera mi primer negocio. Ya quisieran ser estos modernistas teclados mecánicos gaming la mitad de teclados que eran aquellos.

Así que se me encendió la bombilla. Siendo tan indestructibles seguramente tuviera alguno funcional en el almacén, y aunque fueran PS2, con ponerle el adaptorcillo a USB de turno ya lo tendría solucionado.

Pues no es que hubiera sobrevivido uno o dos, es que de aquel entonces, pocos eran los que habían caído, y estamos hablando de que aquel cyber, lo monté allá por 2002, no ha llovido ni ná…, ¡¡más de 20 años !!

Y aquí a continuación se lo presento, un fabuloso teclado Logitech de inicios de siglo, cuyo modelo concreto reto a que acierten indicar en los comentarios.

Durante unas semanas estuve la mar de contento mientras mis dedos se impregnaban de nostalgia, cada vez que encendía el ordenador de casa y pulsaba teclas y sonaba aquel mecánico clac. Pero la retro novedad pasó, y yo ya he vivido suficiente como para caer en modas y autoengaños, así que volvió a hacerse con mi mesa mi querido teclado de recorrido corto, el cual acaricio más nunca aporreo, y que me permite alcanzar vertiginosas cotas de pulsaciones por minuto.

Y lo que se iba a convertir en más que una entrada, una oda a la nostalgia y a lo bien que se hacían las cosas antes, que también, finaliza con la constatación que madurar es también conocerse cada vez mejor a uno mismo, y arraigar la personalidad tanto en las grandes como en las pequeñas cosas.

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